Soñando-Despierto

domingo, octubre 31, 2010

¡Marcelino Vive, La Lucha Sigue!


Se nos ha ido Marcelino y en España han llorado hasta las piedras. Hasta el final, sus palabras han sido sobre la necesidad de que sigamos luchando por encima de todo por la Igualdad, que si nos caemos nos levantemos inmediatamente y sigamos siempre adelante y siempre a la izquierda. Marcelino nos enseñó a trabajar por el trabajo y contra el capital sin desfallecer, sin rencor, henchidos de bondad. La labor y la lucha deben ahora seguir en manos de jóvenes entusiastas como él querría, para traer lo que Marcelino no pudo ver, una sociedad nueva y radicalmente distinta donde el hombre no explotase al hombre. Y quisiéramos ser como él, pero sabemos que no podremos llegar a su altura porque él logró ser excepcional a partir de una humildad y sencillez extraordinarias que defendió con heroísmo e integridad hasta el final junto con su dulce y también excepcional compañera Josefina. ¡Qué admirable pareja de compañeros en la vida, ejemplo sin igual para todos los que creemos en el compromiso social, político y… en el amor! Porque Marcelino y Josefina encarnaban en su mutuo sostén la belleza del compromiso por los más débiles desde su misma clase, porque ellos con su sacrificio fueron verdaderamente padres de nuestra dignidad, resistencia y democracia.

Marcelino y Josefina vivían con humildad de jubilados, como antes lo hicieron durante la interminable negra noche del franquismo, en un modestísimo piso de barrio obrero (Carabanchel Bajo), siempre con poco dinero y siempre acogedores con quienes les iban a visitar (café y magdalena). En los momentos de mayor popularidad y responsabilidad supo mantener su humilde tren de vida, cogiendo el metro para desplazarse y desdeñando taxis y restaurantes. Veo a Marcelino, ese hombre bueno y cariñoso de talla menuda, embutido en su mono azul de obrero metalúrgico (fresador) salir de casa en el frío y oscuro invierno, protegido sólo por los jerséis de lana de Josefina, a jugarse auténticamente la vida cuando tantos caían por las balas sólo por repartir pasquines. Marcelino, hombre de acción y de entrega a los demás, pero también el hombre comunista que analizaba sin descanso la realidad económica para actuar con pleno conocimiento de causa. Marcelino, hijo de ferroviarios y nacido en humildísima casa hoy trastienda de un pequeño negocio en Osma la Rasa, pasó trabajos forzados, exilio, detenciones, torturas, cárcel y huelgas de hambre pero en casi todas las fotos se le ve sonriendo. Josefina, tantos años de espera (¡catorce!) en la calle al otro lado de las rejas de la cárcel donde penaba el compañero y esposo y de lucha activa por su libertad y la de todos nosotros. Marcelino y Josefina, ¡los enamorados de la mirada limpia y buena! ¡Cuánto sacrificio de tantos por unos derechos que hoy nos quieren arrebatar de nuevo!

Marcelino tenía un optimismo y una voluntad de hierro nada comunes pero imprescindibles en un obrero sindicalista, en un comunista, en cualquiera que de verdad quiera transformar la realidad. Esa energía perfectamente enfocada, combinada con su sempiterna austeridad y frugalidad, eran el sostén de una coherencia admirable, la seña de identidad de un hombre que nos iluminaba el camino a seguir con su honestidad. Los adversarios intentaron por las malas torcer su voluntad y después, en su propio sindicato, lo apartaron de la Presidencia por mantener la misma coherencia de siempre porque aquello ya no casaba, decían, con nuevas mayorías y tiempos. Sin embargo, era Marcelino quien tenía razón y permanecía fiel a la izquierda y al obrerismo, y era la nueva dirección del sindicato quien parecía derechizarse suavizando su posición frente al poder. A pesar de este momento duro y amargo, Marcelino siguió al pie del cañón ideológico, en el PCE y en IU y como sindicalista de base. Él creía como tantos creemos en que cada ser humano desde que nace hasta que muere, es merecedor de derechos básicos que deben ser garantizados por la sociedad en un marco de igualdad económica porque sin ella no puede haber libertad política. Con él, creemos que un hilo rojo recorre la historia y la contradicción capital-trabajo es su máximo exponente. Marcelino luchó, entre otras cosas, por la existencia y cumplimiento de convenios laborales justos como base firme e imprescindible en la lucha por la dignidad y la seguridad en el trabajo.

Hoy, 100 años después de la Fundación de otro gran sindicato, la CNT, y siempre con Marcelino en el corazón y con su ejemplo como objetivo a imitar, seamos valientes y sobre todo enérgicos para luchar y para seguir gritando a los sin-corazón: “¡Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar!”