Soñando-Despierto

domingo, julio 08, 2007

CON EL CORAZÓN A LA IZQUIERDA (O POR QUÉ SER DE IZQUIERDAS)


Es conveniente plantearse, periódicamente en la vida, el porqué de nuestras convicciones más personales, aquellas que nos definen como personas diferenciadas ante la sociedad de la que formamos parte y que ayudan a comprender las motivaciones profundas que subyacen en nuestro quehacer cotidiano más noble. Convicciones que nos permiten explicar por qué llevamos el corazón a la izquierda desde un punto de vista que va más allá de lo meramente físico, es decir, metafísico.


Recordando lo que escuché a alguien que explicaba el motivo de ser republicano, creo que su porqué es el mejor punto de partida para todos los demás porqués: "porque soy un ser humano". Exactamente. Porque soy un ser humano que sabe que lo es (y que por tanto no es máquina ni animal irracional ni cosa) comienzo a descubrir mis preciados e irrenunciables atributos: mi libertad, mi inteligencia, mi sensibilidad, mi responsabilidad, mi humanidad en suma. Y todo hombre es, no hace falta que nos lo diga ningún filósofo, un animal político, lo que significa que los asuntos de la polis (de la comunidad inmediata en que vive) no le son ajenos. No le son ajenos, como nada humano puede serlo para él.


La polis la construimos entre todos y es el resultado de lo que todos nosotros aportamos y somos. Precisamente, he ahí algo que empezamos a descubrir desde que somos pequeños (nuestra dimensión social) y que va madurando en nosotros a medida que crecemos: que no somos en soledad e individualidad, sino que somos asimismo en comunidad, colectivamente, socialmente. Así pues soy hombre y no estoy solo, sino que convivo con otros iguales a mí en derechos (aunque cada uno con una personalidad propia que haré muy bien en respetar).


Todo esto tiene consecuencias que conviene pararse a reflexionar. De lo que yo haga en uso de mi libertad se deriva un beneficio o un perjuicio para la comunidad, así que conviene que desarrolle un sentido de responsabilidad. Y esto no sucede en abstracto, de mi solidaridad o egoísmo dependen cosas muy concretas y reales a varios niveles concéntricos dentro del colectivo humano del que formo parte: el vecindario, la ciudad, el estado. La política es el cauce para que todos nosotros, hombres y mujeres, organicemos nuestras relaciones sociales, económicas, civiles y de todo orden. Y merced a la política, que emana de nuestra naturaleza libre y responde al anhelo de promoción racional de un bien común, vamos a hacer todo esto de acuerdo a unas normas civilizadas, jurídicas y ajustadas a la recta razón. La política nos ayuda a construir una civilización socializada.


Por lo tanto, soy hombre entre otros hombres y me doy cuenta de que mi libertad conlleva una responsabilidad. Me doy cuenta de la importancia que tiene la dimensión de lo colectivo, de lo que no sólo es mío, de lo público en definitiva, en mi vida y en la de mis semejantes. Veo la necesidad de articular civilizadamente las relaciones entre los hombres en un foro público que facilite la capacidad de cada uno para expresarse y para actuar en favor de un bien no particular sino común, cuyos efectos mejoren la vida y el futuro de la comunidad en su conjunto. El egoísmo individualista sólo puede perjudicar.


La política me hace ser plenamente humano entonces en muchos sentidos. Al mismo tiempo, es fácil ver que la política debe ser plenamente humana si quiere ser lo que está llamada a ser. La política, además de ser necesaria, emana de una voluntad de servicio. Es decir, que aun siendo verdad que la política si no existe, no queda más remedio que inventarla, y aun siendo igualmente muy cierto que la política nos hace crecer en civilización y participación social, la política ha de estar vinculada a una voluntad de servicio. Ello está ligado a la idea de "bien común": obteniendo el bien común también consigo el mío propio, pero mi quehacer político no se fundamenta en este último ya que a menudo habré de renunciar a lo que me beneficia particularmente en el corto plazo por lo que nos beneficia a una mayoría de forma continuada.


Pero todavía no llegamos a decir por qué elegimos la Izquierda como paradigma preferido de nuestra definición política. Sí hemos visto, sin embargo, la importancia que revisten varios ejes: lo colectivo como óptica necesaria para no caer en la insolidaridad y como elemento imprescindible para organizar nuestra “polis”, el bien común, el respeto a quienes reconocemos iguales en derechos piensen o no como nosotros, la idea de libertad en un marco de civilización que me hace ser más porque pienso en el otro, el acento en lo específicamente humano frente a cualquier forma de alienación.


Añadamos ahora a todo ello, una fe inquebrantable en la necesidad de proclamar y defender siempre unos Derechos que todos hemos de tener por el mero hecho de ser humanos y una aspiración esperanzada y fundada en una sociedad modélica por perfectamente humana que llamaremos Utopía. Creeremos también que el bien que buscamos para todos, desde nuestra comunidad más o menos pequeña, debe aspirar a hacerse mundial, derribando fronteras y prejuicios en un proyecto realizable de hermandad universal. Nuestro movimiento será entonces necesariamente internacional porque reconocerá como sola patria aceptable la humanidad. Y es que en el centro de nuestro ideal político está un verdadero humanismo que aglutina nuestra mente y nuestro corazón en una preocupación verdadera por cada ser humano.


A la idea central del valor de lo público-colectivo, debemos añadir finalmente otra idea esencial y diferenciadora: la idea de progreso. Un progreso que se basa en lo ya alcanzado, por tanto un progreso constructivo. Pero un progreso también radical y rupturista, donde muy a menudo no se trata de reformar ni menos aún de conservar esquemas caducos, injustos y digámoslo claramente, antihumanos. No somos conservadores, apuntaladores de un orden y un status quo injusto, sino que vamos a construir entre todos un progreso de todos y para todos. Otro mundo, radicalmente diferente, es posible.


Pues bien, es la Izquierda, la Izquierda de verdad que se reconoce como tal, la que ha perseguido siempre, como lo sigue haciendo hoy, estos objetivos y valores. Una Izquierda jamás excluyente, pero siempre valiente en sus denuncias. Una Izquierda exigente en primer lugar consigo misma, pero también y de forma muy especial con quienes, habiendo sido democráticamente elegidos, tienen el deber irrenunciable de velar y defender a toda costa el bien común y los logros sociales y por tanto humanos, logrados tras siglos de lucha por la utopía y la civilización. Una Izquierda que no puede renunciar jamás a la Utopía como ideal de comunidad humana y una Izquierda valiente, comprometida en las ideas y en la praxis con los que menos tienen en una sociedad que queremos igualitaria, libre, solidaria y fraterna. El ideal que perseguimos, al que aspira de forma natural el corazón y la mente de todo hombre no desnaturalizado, puede parecer imposible de realizar. Lo que importa es ante todo el camino hasta él, los inmensos beneficios humanos que cosecharemos al emprender y avanzar por ese camino que recorreremos por la izquierda, ¡si es que queremos adelantar!



La Izquierda debe combinar el análisis cuidadoso de las relaciones dialécticas profundas que explican la realidad social y económica, (la teoría es importante si se tiene presente a las personas a las que pretende servir) con la praxis y la acción efectivas. La Izquierda aborda los conflictos humanos aportando soluciones siempre en la dirección de dar satisfacción a un anhelo de Justicia que se encuentra ya en la conciencia de cada hombre por el hecho de serlo.


Para la Izquierda no puede haber Utopía si no se persigue alcanzar una justicia verdadera que de a cada cual lo que le corresponde según su humana dignidad, eliminando diferencias artificiosas e interesadas.


La Izquierda debe sacudirse todo complejo porque tiene muchos motivos para sentirse orgullosa por su lucha, que es la lucha misma de la humanidad entera. La Izquierda es la vanguardia dinámica necesaria de la sociedad, siempre su motor (no excluyente de que pueda haber otros factores dinamizadores) y nunca su freno. Progresamos gracias a todos y para todos. La Izquierda debe tener en cuenta la importancia de sumar las fuerzas de todos los colectivos y de todas las personas, viendo siempre el rostro humano de ese esfuerzo y de quienes lo impulsamos. Por ello, siempre en diálogo sincero y respetuoso con otras fuerzas vivas aunque diferenciadas de ella misma, que luchan por los mismos o complementarios fines, la Izquierda procurará ir de la mano de estas fuerzas en la transformación del mundo, sin renunciar nunca a su propia identidad.



La Izquierda no es una secta iluminada que busca redimir prometiendo paraísos irrealizables. Precisamente porque la Izquierda tiene sus raíces bien plantadas en la realidad humana de la que se nutre indefectiblemente y a la que busca servir, apela a la conciencia de cada hombre para que no permita más injusticias y sufrimientos innecesarios. La Izquierda es realista tanto como idealista, realista precisamente por ser idealista, de hecho es materialista en el sentido considerar la realidad material en el devenir de la historia por encima de consideraciones etéreas evanescentes. La Izquierda es hija y fruto de una humanidad en progreso ascendente y, a su vez, sirve para impulsarla más allá siempre, en un flujo y reflujo dialéctico sin fin. La Izquierda, por progresista, ve el camino de la humanidad no como un círculo inútil sino como una flecha cuya diana ha de ser la Utopía. Cada fracaso es tomado por la Izquierda críticamente como el acicate para un nuevo y mejor impulso, creando así una espiral que asciende progresando.


La Izquierda está llamada a ser el catalizador de todo lo mejor que la humanidad encierra en sí, llevando a las personas a realizarse plenamente en compañía, contribuyendo a dar un sentido a su paso por esta vida y este mundo. La Izquierda, crítica en el pasado con los poderes que no buscaron la libertad del hombre sino que lo sometieron a sus designios inconfesables, es tolerante con todo aquello que no se opone a la realización temporal y trascendental de la persona humana. La Izquierda, respetuosa de las conciencias personales, promueve el estado laico y aconfesional que garantice a todos la libertad de pensamiento y religión. La Izquierda no es, pues, incompatible con una espiritualidad que verdaderamente respete la libertad y autonomía de las personas. De hecho, la colaboración entre cristianos y gente de Izquierdas ha sido y puede ser particularmente fecunda, en los numerosos puntos comunes de encuentro que se dan entre ambos ámbitos.


Libertad y democracia son las banderas de la Izquierda. La Izquierda no se identifica con los totalitarismos que en el siglo veinte sometieron a millones de seres humanos o los aniquilaron directamente. Para la Izquierda, las ideas absolutas están obsoletas, y las ideas reaccionarias-conservadoras en trance de extinción. Así, la Izquierda por definición lucha contra todo y cualquier totalitarismo y ha de ser singularmente combativa con aquellos que pretenden disfrazarse de "Izquierdas". En particular, la Izquierda no se reconoce en los crueles experimentos totalitarios llevados a cabo en Europa oriental y que llevaron a la división del continente y la violación por parte del Estado de los Derechos Humanos ni tampoco se reconoce en ninguna dictadura totalitaria que pueda darse en cualquier parte del mundo. La Izquierda, o es democrática y defiende la libertad, o no es Izquierda.


La Izquierda aprende, como ya se ha dicho, las lecciones que la Historia proporciona, esforzándose particularmente en comprender cómo procesos revolucionarios, iniciados para desembarazarse de la tiranía, terminaron en tiranías si no mayores, sí igualmente ilegítimas y execrables. La Izquierda condena pues sin ambages a los líderes que violan los derechos humanos y persiguen la libertad, los condena con el mismo ardor que a los imperialismos de ayer y de hoy que pretenden disfrazarse de estados modernos, democráticos y libres. La Izquierda, entendámonos, condena por igual una ejecución firmada por Bush que una firmada por Castro, no teniendo ello nada que ver con la petición, fundamentada en la Justicia y la humanidad, del fin del embargo a un pueblo castigado siempre inmerecidamente. Particularmente, la Izquierda jamás promoverá la pena de muerte ni el exterminio de ningún ser humano, a diferencia de algunos de sus adversarios políticos.


La Izquierda, cuando es tal, está al lado de los más débiles, desfavorecidos, perjudicados de la sociedad, reivindicando activamente sus derechos y luchando por sus intereses desde la calle y desde las instituciones. La Izquierda, históricamente y en su esencia, tiene ese compromiso con los colectivos de los que naturalmente emana como sujeto político. La sociedad de clases no la ha creado la Izquierda, más bien la Izquierda lucha contra esa discriminación social de las personas, que nace de las diferencias económicas injustas. La fraternidad que propugna la Izquierda se hermana así con un igualitarismo necesario, justamente realizado en un marco de libertad. La Izquierda, defensora pues de los pobres y de todos lo derechos humanos ha de ser también la defensora de la libertad y, en el campo político, de la más amplia participación ciudadana para lograr una democracia cada vez más perfecta. La Izquierda promueve la participación de todos en las decisiones que a todos afectan, porque entiende el peligro, siempre presente, de que unos patrimonialicen para defensa de sus intereses lo que es propiedad de todos: el sistema democrático.


La Izquierda entiende que el mundo en constante cambio requiere respuestas nuevas frente a nuevos desafíos, pero siempre desde la defensa de los valores humanos que están en la raíz del espíritu de Izquierdas.


Soy de Izquierdas porque creo absolutamente que, para la humanidad, la humanidad es sagrada. Lo soy porque creo que más allá de coaligar meramente estados y pueblos se trata de unir personas. Como Azaña y Platón, creo en una república de hombres libres, donde la libertad podrá darles o no la felicidad, pero los hará sin duda hombres. Y soy de Izquierdas porque creo que la modernidad y el progreso, más que en la tecnología o la ciencia, están en la centralidad del ser humano. Creo en una Izquierda que tenga, en el centro de todas sus preocupaciones, a la persona humana. Creo en la Izquierda porque creo que es posible otro mundo, y ser de Izquierdas supone para mí un compromiso personal y solidario en construirlo colectivamente. Soy de Izquierdas porque abogo por acabar con lo que separa y divide a unos hombres de otros, impidiendo a la humanidad alcanzar su perfección colectiva. Soy de Izquierdas porque creo que mientras no haya justicia debe haber lucha. Soy de Izquierdas porque me parece esencial luchar contra el poder del dinero y el capital, siendo éstos el símbolo más notorio del egoísmo y la insolidaridad. Porque, ciertamente el afán de riqueza particular o privada es lo que mantiene divididas a las personas, iguales por naturaleza, en clases económicas artificiales y antihumanas. La lucha de clases y la alienación del capital es culpa sólo de quienes se empeñan en perpetuar la injusticia arrebatando a todos lo que la tierra y el trabajo producen. Es esencial admitir que para aliarse con el ser humano, para tomar partido por las personas y estar de su lado, hay que romper con el dinero. Si elegimos lo humano, rechazamos con valor al dinero.


La Izquierda es ¡claro que sí! Esperanza. Y desde esa esperanza la Izquierda quiere hacer bien las cosas, con esmero y eficacia. Otros se proponen como paladines de la eficacia, pero la verdad es que la única eficacia admisible por estar llena de contenido humano, la única eficacia que anhelamos tiene que surgir de las fuerzas más vivas y vanguardistas de la humanidad y éstas han venido estando y estarán siempre del lado del progreso. La Izquierda tiene como misión irrenunciable tensionar como un arco a la humanidad, hacia el límite de sus mismas y últimas posibilidades. Exigirse lo mejor a uno mismo, como exigírnoslo colectivamente todos juntos, nunca es un empeño estéril.


La Izquierda es Poesía y Cultura. La Izquierda cultiva necesariamente la sensibilidad que nos hace humanos y nos llena de ganas de vivir, crear y transformar. Poesía comprometida y liberadora, cultura para todos y entre todos. La Izquierda ha sabido siempre expresar su mensaje liberador desde el arte, la cultura y la educación.


La Izquierda es Educación. La batalla por la paz, por la ecología, por la justicia, por la igualdad, no se pueda ganar sino desde la educación, desde la inteligencia, desde el ejemplo vivo. Un modelo de educación que garantice las mismas posibilidades a todos, potenciando lo mejor de cada uno, y basado en el pensamiento crítico e independiente y el respeto a la diversidad.


La Izquierda emancipadora es una celebración de la Vida. Nada más vivo que aquello que se niega a sucumbir al desánimo y a la desesperanza ante un mundo plagado de injusticias y dificultades. La Izquierda vislumbra, lanzada como está hacia el futuro, un mundo que nada tiene que ver con lo que ahora tenemos salvo en que lo disfrutarán hombres como nosotros. La vida que encarna la Izquierda no se dejará envenenar ni por el poder del dinero contra el que claramente lucha, ni por la amargura de los que se dan por vencidos antes de tiempo. Esta es la Izquierda viva, la Izquierda de calle y barricada, de los movimientos espontáneos internacionales contra la tiranía y la explotación. Nuestra defensa de la vida es más amplia que la de muchos porque no nos quedamos en lo anecdótico ni hacemos demagogia: defender la vida es para nosotros exigir unas condiciones de igualdad y dignidad mínimas para todos y todas.


La Izquierda es Paz. Para la Izquierda no hay ejército admisible ni arma buena fuera del diálogo racional. Todos los ejércitos y todas las guerras han de concebirse como instrumentos anacrónicos a desmantelar de inmediato, que emplea nuestro adversario histórico, el capitalismo antihumano y criminal para mantener el status quo. Los ejércitos son los enemigos de la humanidad, los mayores superterroristas, asesinos de inocentes en nombre del miedo, del dinero y de sus banderas, símbolos sin valor alguno. Las patrias, ese último refugio de canallas y primates sin evolucionar, son ideas sin substrato real a desmantelar de las mentes de todos los hombres, porque nos dividen y enfrentan. La Izquierda no puede sino estar al lado de quienes luchan por la paz, una paz sin condicionamientos ni excepciones posibles. Ni guerra justa, ni guerra preventiva, ni guerra defensiva: ¡¡¡NO A LA GUERRA!!!


La Izquierda, por si lo anterior fuera poco, es Valentía. Es valiente al liberar de sus cadenas a los esclavos de ayer y de hoy, al luchar contra toda forma de sumisión. En efecto, la Izquierda es insumisa. La Izquierda niega la existencia de derechos históricamente adquiridos porque los derechos no se mendigan: se conquistan. La derecha es, por el contrario, manifiestamente cobarde: siempre tiene miedo, miedo a que le arrebaten sus privilegios, su poder, su dominio. La Izquierda no tiene miedo, no puede permitirse tener miedo porque si no, nunca alcanzaría sus fines legítimos. La Izquierda exige y conquista lo que es de justicia para cada ser humano y para todos: la Humanidad. Por eso no puede admitir ni que se le nieguen derechos ni que se le concedan meramente. La Izquierda aspira a alcanzar para todos lo que es de justicia, desde el poder democráticamente administrado, respetuoso con las libertades individuales y colectivas y con el interés común.


La Izquierda es federal, es decir, propone el pacto entre voluntades individuales (personas) y colectivas (pueblos e instituciones). La Izquierda mantiene que los poderes del estado emanan de los individuos a los que éste sirve, quienes los otorgan a las Entidades federadas (locales y regionales) y, éstas a su vez, al Estado en representación suya. Es decir que el Estado no delega funciones, sino que son las entidades locales y regionales quienes le delegan a él competencias en un proceso natural de abajo arriba. De esta forma, desde el respeto a la diversidad y pluralidad, garantizando únicamente la solidaridad (pero no impuesta, sino pactada) se construye país y Unión Europea. El Estado, verdaderamente, tendrá las funciones indispensables dejando a las administraciones más próximas a los ciudadanos, el peso y la responsabilidad de un eficaz servicio público. Ello no significa un Estado débil o pequeño, al contrario, proponemos un sector público tan amplio como sea posible, pero repartido generosamente entre administraciones distintas.


La Izquierda es laica (y entiende que una derecha democrática debiera serlo también). La separación entre el Estado y las iglesias es esencial en cualquier sociedad moderna, toda vez que defendemos que las creencias personales no pueden jamás superponerse ni confundirse con el interés general. Este carácter laico incluye también el respeto del Estado a la libertad de conciencia y de culto, tanto como el respeto de las confesiones religiosas al hecho de que los poderes públicos, que sirven a intereses generales y no particulares, no pueden ni deben ayudar ni al sostenimiento económico ni a la difusión, por ejemplo en la escuela pública, de doctrinas religiosas. Para el Estado, las confesiones religiosas, serán contempladas como asociaciones sujetas al Derecho privado y el sostenimiento de las mismas corresponde de forma exclusiva a sus propios fieles. Yo mismo soy cristiano, pero como ciudadano, veo meridianamente clara la necesidad de defender el carácter laico del Estado, ya que mis convicciones personales no deben imponerse desde ningún ámbito público. El caso de la educación pública es paradigmático: el Estado debe permitir la educación privada pero no financiarla ni subvencionarla salvo en lo que coincida con los contenidos generales que garantiza la educación pública. La escuela pública deberá educar también en valores de libertad, oponiéndose radicalmente a todo valor de sumisión. Es absolutamente necesario formar ciudadanos críticos con cualquier status quo y dispuestos a arriesgar para cambiar su polis y el mundo. Asimismo, los maestros de la escuela pública habrán de dejar en la puerta de la escuela sus convicciones religiosas y políticas ya que la escuela es un campo ideológicamente neutro donde se forman personas y ciudadanos y nunca fieles ni militantes.


La Izquierda no es… la derecha. Desde la Revolución Francesa, y aún antes, se confrontan dos visiones de la política y el mundo claramente contrapuestas. No es posible para ningún ciudadano responsable dejar de tomar partido y renunciar a este secular debate. El debate entre quienes optamos sin ambages por lo humano y quienes se adhieren sin disimulo al poder económico, militar y religioso. Desde la izquierda estamos dispuestos a desenmascarar a los verdaderos enemigos de la humanidad, los que estaban ayer y están hoy dispuestos a encadenarla y esclavizarla en nombre del éxito, del dinero y del poder. Los que quieren desnaturalizar a los hombres para que no tengan corazón ni conciencia, para convertirlos en máquinas de producir y consumir. Es necesario darse cuenta cuanto antes de que lo único real son las personas, y que el dinero es probablemente la más dañina y diabólica alucinación a la que hoy se ve sometido el hombre. Luchar contra el poder del dinero, desenmascarar su ausencia de valor porque es totalmente simbólico, es el paso necesario para liberar al hombre y revolucionar a la sociedad. Lo mismo cabe decir de la patria, por cierto. Las naciones y las patrias, la izquierda lo sabe, no dejan de ser meros esquemas mentales, sin realidad tangible salvo en tanques, misiles y tumbas. Toda frontera es una división arbitraria, maquiavélica y aún esperpéntica entre iguales, ciudadanos de un mismo mundo. Sin proclamar de continuo y con rotundidad estas verdades frente a un adversario poderoso, nunca cambiaremos en lo fundamental las bases de opresión y sumisión que han puesto de rodillas hasta ahora a la humanidad. La Izquierda, en nombre de la razón, la conciencia y el corazón de la Humanidad doliente entera, debe defender lo humano de lo inhumano, proporcionando justicia, consuelo y un nuevo modelo de existencia universal fraterna, igualitaria y libre. Y es que cada fibra de nuestro ser nos pide que actuemos así.


La difusión silenciosa pero efectiva, por parte del poder neoliberal de un pensamiento único, que no es tal porque verdaderamente se desmorona bajo el análisis de la razón, requiere una respuesta desafiante y positivamente subversiva por parte de las vanguardias de progreso de la humanidad. Una respuesta de resistencia activa mediante la defensa radical y sin complejos de otro modelo económico, político y social que pone en evidencia la estupidez y la insolidaridad que encierra el pensamiento único. Esa alternativa no es sólo posible sino indispensable y acorde con lo mejor de nuestra naturaleza humana, con nuestra razón y bondad. El modelo que defendemos, a diferencia del neoliberal (basado en la primacía del poder y el dinero por medio de la explotación, la violencia, la guerra y la destrucción), está basado en la centralidad del ser humano, en armonía con la naturaleza que es su hogar, con sus semejantes y consigo mísmo, en la Justicia y en la efectiva igualdad, en la democracia y la libertad.


La Izquierda no debe tener miedo de ser radical, alternativa, transformadora y rupturista en sus métodos y en sus propuestas cuando el salto hacia adelante en los derechos, en la democracia y en las libertades de hecho así lo exigen. Es verdad que la Izquierda cree que los derechos no se mendigan sino que se conquistan, sin excluir en todo caso el diálogo y el consenso. En particular, la Izquierda se enorgullece de su relación y diálogo con multitud de movimientos heterogéneos que, dentro del sistema social y económico presente o bien bordeándolo, se proponen superarlo para bien de todos o de los más débiles. Así, la Izquierda es necesaria y solidariamente también ecologista (verde), feminista (violeta), pacifista, antiglobalizadora y defensora de todas las opciones e identidades sexuales. Sólo en la medida en que la Izquierda incorpore las legítimas aspiraciones de estas vanguardias, podrá aspirar a ser motor de un cambio radical que transforme este mundo emponzoñado, lánguido e injusto en el mundo posible de la Utopía plenamente humana que queremos. ¡Adelante! ¡Todos siempre adelante!

ANEXO: FRASES A LA IZQUIERDA


Antes que de izquierdas, humano, siempre humano. Y por humano, de izquierdas.


La Patria es el último refugio de los canallas.


No sabía que era imposible, fue y lo hizo.


Sed realistas: pedid lo imposible.


Debajo de los adoquines, la playa.


El horizonte utópico siempre ha alentado el movimiento de la Historia.


Prohibido prohibir.


Preferimos el desorden si es libre al orden si es injusto. Cuidado con los paladines del orden. Cuidado con los gobernantes que elegimos, los que ahora hay además de mentirosos están enfermos.


El capitalismo está aquejado de una grave miopía del corto plazo.


La economía capitalista incumple el principio básico de racionalidad. Es una economía de casino


En su no-ser está el verdadero ser de españa.


No a la guerra. Militarismo=superterrorismo.

Otro mundo es posible.


Hermanos hombres, con vosotros estoy, por simple deber amoroso.


La guerra ha sido siempre un factor indispensable para el desarrollo capitalista.


El oportunismo es incompatible con el socialismo.


La explotación capitalista descansa en su visión de la “fuerza de trabajo” como una mercancía que produce un valor mayor al que consume en medios de subsistencia para el trabajador (plusvalía).


Es absolutamente seguro que podríamos erradicar el hambre y la sed en todo el planeta si nos lo propusiéramos.


El hombre es la libertad.


Quien sufre es la gente, no los gobiernos.


La enajenación supone el dominio de las cosas sobre el hombre, de los productos sobre el productor.


Pueblo es el elemento consciente, vivo, fecundo y fecundante de la Historia. Las masas son cosificadas y despersonalizadas.


En el arte de la política no se trata de reconstruir la historia pasada, sino de construir la presente y la futura.


La acción coherente exige ser guiada por una concepción del mundo, por una visión unitaria y crítica de los procesos sociales: unidad entre teoría y práctica, entre política, ética y filosofía.


Los jefes tienen alma de esclavos. Chateaubriand


Las derechas carecen de ideología: sólo tienen intereses

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