Soñando-Despierto

jueves, junio 12, 2008

The Internationale

Stand up, all victims of oppression,
For the tyrants fear your might!
Don't cling so hard to your possessions,
For you have nothing if you have no rights!
Let racist ignorance be ended,
For respect makes the empires fall!
Freedom is merely privilege extended,
Unless enjoyed by one and all.

  So come brothers and sisters,
  For the struggle carries on.
  The Internationale,
  Unites the world in song.
  So comrades, come rally,
  For this is the time and place!
  The international ideal,
  Unites the human race.

Let no one build walls to divide us,
Walls of hatred nor walls of stone.
Come greet the dawn and stand beside us,
We'll live together or we'll die alone.
In our world poisoned by exploitation,
Those who have taken, now they must give!
And end the vanity of nations,
We've but one Earth on which to live.

  So come brothers and sisters,
  For the struggle carries on.
  The Internationale,
  Unites the world in song.
  So comrades, come rally,
  For this is the time and place!
  The international ideal,
  Unites the human race.

And so begins the final drama,
In the streets and in the fields.
We stand unbowed before their armour,
We defy their guns and shields!
When we fight, provoked by their aggression,
Let us be inspired by life and love.
For though they offer us concessions,
Change will not come from above!

  So come brothers and sisters,
  For the struggle carries on.
  The Internationale,
  Unites the world in song.
  So comrades, come rally,
  For this is the time and place!
  The international ideal,
  Unites the human race.

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(Lyrics: Eugene Poitier-Pierre De Geyter - Billy Bragg 1870/1888/1990)

miércoles, junio 11, 2008

La Naturaleza Desconoce el Dinero


Cada vez estoy más convencido de que el dinero es ajeno a nuestra naturaleza y cada vez sospecho más que es un invento, absolutamente contingente en el devenir de la Historia de la Humanidad, que pervierte dicha naturaleza oponiéndose a ella. Es una aberración superable y el camino hacia una sociedad verdaderamente humana pasa porque esta sea una sociedad sin dinero. No hace falta haber leído tratados de biología (a la mente me vienen las maravillosas obras de entomología de Maurice Maeterlinck sobre la vida de las abejas, los termes o las hormigas) para darse cuenta de que existen cuantiosísimos ejemplos de organizaciones sociales complejas y avanzadísimas en el reino animal (las colmenas, los hormigueros, los termiteros...) y que en ninguno de ellos se da el fenómeno del dinero. Simplemente porque... no hace falta. No hace falta ni para la prosperidad y el funcionamiento diario de estos grupos sociales sofisticados, ni para establecer roles especializados y diferenciados, ni para la eficiencia en la producción de los bienes necesarios para el grupo. En el estudio de estas auténticas inteligencias colectivas extraordinariamente autoorganizadas, quedamos asombrados de la cooperación extraordinaria y altruista de cada individuo al bien común de la colectividad, a veces hasta el propio propio sacrificio. Cumpliendo su misión individual en el seno del grupo, logran la perfecta realización de sus vidas y la supervivencia de todo el colectivo, la cual a su vez garantiza su propia supervivencia. En tales grupos no hay lugar para el egoísmo, para las diferencias en función de la riqueza, para la envidia ni para el crimen.

Es verdad que alguien puede tomar el camino de argumentar que estos seres son muy inferiores en inteligencia a nosotros, individualmente considerados. Bien, yo no estaría tan seguro, porque emerge una inteligencia colectiva de esta organización social que no puede explicarse por la mera suma de las inteligencias individuales que la componen; en verdad, la vida organizada de estos pequeños seres pone de manifiesto misterios que nuestra ciencia todavía no ha podido esclarecer en muchos aspectos. Por otra parte, contemplemos otras especies, mamíferos superiores por ejemplo, como los orangutanes o los delfines. Estos animales son los más próximos a nosotros en inteligencia y también viven en sociedades con relaciones sociales complejas y manifestaciones psicológicas notabilísimas. Pues bien, que yo sepa, ni delfines ni primates usan dinero. Eso no les impide colaborar a los fines de la colonia, ayudarse unos a otros ni tener una vida feliz. No necesitan del dinero, nunca lo han conocido y nunca lo conocerán.

Llegamos al ser humano. La invención del dinero como elemento simbólico representativo del valor y medida de cambio es ridículamente reciente en la historia de nuestra evolución incluyendo nuestra historia más reciente desde la revolución del neolítico. El dinero aparece sólo hace unos cuantos siglos, lo que lo hace casi una anécdota en nuestro desarrollo como especie. Sin embargo, el dinero sí ha causado un profundo impacto psicológico en el hombre, hasta el punto de desencadenar guerras terribles, provocar la muerte por inanición de millones, la competencia a muerte entre individuos y organizaciones económicas... Se puede afirmar por estas razones, entre otras, que el dinero nos ha traído más males que beneficios. Pero lo más extraordinario es que podemos volver a vivir sin él, que lo lograremos cuando dejemos de atribuirle el valor (en nuestra escala de valores) que desde luego ni tiene ni nunca ha tenido. Veamos cómo podría ser esta auténtica auto-liberación.

La posibilidad más clara es fijarnos precisamente en la Naturaleza de la que formamos parte, en estas auténticas sociedades maravillosamente organizadas por eones de evolución, en los insectos, en nuestros primos primates, o en los delfines que poseen cerebros no menos evolucionados que los nuestros y una inteligencia que no comprendemos del todo pero que puede ser pareja a la nuestra. Fijemonos en cómo no destruyen el entorno de forma suicida, en cómo no atesoran numeritos ni se los prestan a interés ni los intercambian. Eso no les impide cumplir su misión vital, colaborar, producir, prosperar.

Nosotros podríamos de forma análoga, mañana mismo, acordar que el dinero ya no vale nada para nosotros y no nos interesa (también son pensables estrategias graduales de liberación, por supuesto, ya que habrá resistencias retrógradas). Seguiríamos trabajando exactamente igual pero no por dinero. Iríamos a trabajar, cada uno cumpliendo el rol que nos corresponde en la sociedad, por el bien de la polis, de la Humanidad. No nos darían dinero pero no nos haría falta, ni siquiera lo echaríamos en falta. Toda la sociedad nos sostendría y nosotros colaboraríamos solidariamente a su mantenimiento. Todas nuestras necesidades físicas y espirituales pueden ser cubiertas mediante el amor eficacísimo por la sociedad y de ésta por nosotros (por el contrario el actual sistema del dinero fracasa en esto estrepitosamente). Acudiríamos a los almacenes (ya no mercados) donde seríamos provistos de acuerdo a nuestras verdaderas necesidades porque las necesidades de los productores se verían igualmente satisfechas. De hecho, dejaríamos de ser consumidores y productores en el sentido en que hoy lo entendemos. No habría lugar para la codicia o la acumulación injusta de riqueza porque amenazarían al bien supremo de la sociedad (de hecho, tales comportamientos nos amenazan en la sociedad del dinero también). No habría lugar ya para parásitos ricachones y los verdaderamente débiles serían absolutamente protegidos. Todo lo necesario carecería de precio, lo innecesario ya no se produciría (lo que hoy entendemos como lujos). La gratuidad no produciría el desinterés en el trabajo ni la pérdida de la valoración en el esfuerzo precisamente porque todos seríamos mucho más conscientes de lo que cuesta al grupo mantener su bienestar y nos sentiríamos naturalmente impelidos a su mantenimiento. Este sistema potenciaría al máximo lo mejor del ser humano, como lo hace en las especies sociales de la naturaleza.

Que no teman los falsos defensores de la libertad tampoco porque ésta no se perdería, en todo caso sería mucho mayor. Existiría libertad para hacer el mal, sí, pero lo harían sólo los enfermos mentales porque cualquier daño contra el colectivo humano sería un daño contra uno mismo. No habría motivos para buscar dañar al prójimo cuando no existieran ya motivos para envidiarlo.

Sería una economía del obsequio, de la gratuidad, de la perfecta cooperación... y no se trata de ninguna cándida utopía. Defiendo estas ideas con perfecta seriedad (tras haber recibido una buena educación y haberme desenvuelto en actual y antihumano sistema capitalista) precisamente porque esta misma organización que propongo, justa e igualitaria en el buen sentido, nos rodea ya hoy, de forma perfectamente natural en todas las demás especies del planeta. Tenemos ya el espejo... sólo hace falta mirarlo y volver a nuestro ser. ¡Es posible!

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